Centro de Psicología y Terapias Alternativas de Tomares y Sevilla.

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sábado, 11 de mayo de 2013

LIBRO BLANCO DEL ENVEJECIMIENTO ACTIVO. 3


TABLA 3. DISTRIBUCIÓN DE LAS PERSONAS MAYORES SEGÚN EL TAMAÑO DEL HOGAR EN EL QUE HABITAN, POR GRUPOS DE EDAD. ANDALUCÍA, 2001.

 
Una persona
Dos personas
Tres personas
Cuatro o más
(N)
(%)
(N)
(%)
(N)
(%)
(N)
(%)
65-69 años
41.791
12,25
139.821
40,98
83.780
24,55
75.822
22,22
70-74 años
51.585
17,66
133.882
45,85
56.772
19,44
49.788
17,05
75-79 años
51.521
24,17
95.836
44,96
32.250
15,13
33.559
15,74
80-84 años
36458
29,93
47.292
38,82
15.632
12,83
22.440
18,42
85-89 años
19.309
32,27
18.945
31,67
7.792
13,02
13.781
23,03
90 y más
7.614
29,37
6.742
26,01
4.537
17,50
7.032
27,12
TOTAL
208.278
19,76
442.518
41,99
200.763
19,05
202.422
19,21

Fuente: Elaboración propia, con datos del Censo de Población de 2001 (INE).

            Los hogares de una única persona son especialmente frecuentes en las áreas rurales. Habitan en uno de ellos el 24% de las personas mayores que residen en pueblos y aldeas de hasta 2.000 habitantes, así como el 21% de las que lo hacen en municipios de 2.001 a 5.000. Estos hogares también son más comunes en las grandes ciudades que en las de tamaño medio. Y otro hecho de gran interés es la relativa escasez de hogares de cuatro o más miembros en el medio rural, más extraños cuanto menor es el tamaño poblacional: la cifra de personas mayores en uno de ellos es de alrededor del 12% en localidades de hasta 2.000 habitantes, del 15% en localidades de 2.001 a 5.000 habitantes y del 18% en las de 5.001 a 10.000 habitantes. En el resto de poblaciones, sean de tamaño medio o grande, hablamos de una proporción que supera el 20%.

            Contra la creencia social que quizás circule, la convivencia entre varias generaciones en la sociedad actual resulta más corriente en las zonas urbanas que en las rurales. En estas últimas, en cambio, es mucho más común la vida en solitario de las personas mayores, circunstancia compatible con que el envejecimiento en pareja sea también más frecuente en los pueblos que en las ciudades. En el medio rural, sí, hay comparativamente más personas mayores casadas que en el urbano; una vez que enviudan, ahora bien, tienden más que las de otras clases de hábitats a vivir solas, en parte porque es probable que no tengan hijos en su localidad y quieran evitar el desarraigo social que entraña la mudanza. Es más, los hogares de cuatro o más miembros son más numerosos en las grandes ciudades quizás porque muchos acaban albergando a personas mayores viudas procedentes del medio rural que, debido a sus problemas de salud, se han trasladado a la vivienda de familiares para ser cuidadas allí.

            En cualquier caso, hemos de incorporar la variable género en el estudio de la forma convivencia. Llama la atención por ejemplo que con 65 o más años existan muchas más mujeres que hombres en hogares unipersonales (más del 26% frente a menos del 11% respectivamente). Y, de otro lado, también resulta bastante más frecuente hallar a mujeres que a varones residiendo en casa de familiares (el 16,3% frente al 6,5%), así como en viviendas colectivas (2,3% frente a 1,3%). Por el contrario, habitando en su propio hogar en compañía del cónyuge y/o de algún hijo o hija encontramos al 81% de los hombres frente al 55% de las mujeres (gráfico 8).

            De las diferentes formas de vida, una se encuentra en expansión entre las personas mayores de Andalucía: la que transcurre en solitario. En el Censo de 2001 casi el 20% de ellas residen solas, cifra que va al alza por cuanto que en el Censo de 1991 significaba en torno al 16% y en el de 1981 no alcanzaba el 14%. Los resultados de la Encuesta de Condiciones de Vida de 2006, además, la elevan hasta el 21%. Aunque la viudez ocurra a una edad más tardía, cuando sobreviene prima el deseo de quienes la sufren de permanecer en casa aun debiendo ser ya sin compañía, antes que mudarse a otro domicilio para convivir con familiares. Se está quebrando con la tradición dado que en el pasado los hogares extensos eran más frecuentes que los unipersonales.

Ello informa, aparte de la mejora en el estado de salud de las personas mayores, sobre lo firme que resulta su reclamo de autonomía: desean vivir con libertad e independencia respecto a la familia, y no refugiándose en ella tras enviudar como solía ser necesidad y costumbre en otro tiempo. Envejecer en solitario entraña una serie de riesgos y de incertidumbres (como el aislamiento social, el sentimiento de soledad o la pobreza), pero a la vez ofrece un marco lleno de posibilidades para el mantenimiento de un estilo de vida activo: más posibilidades, en efecto, que posibles alternativas como la institucionalización, el traslado a casa de algún hijo o hija, o la rotación por varios domicilios. Bien haremos no obstante en recalcar la importancia del género pues, como hemos indicado, la vida solitaria se halla mucho más extendida entre las mujeres que entre los varones. Es una circunstancia que se repite en todas las provincias y los hábitats, así como a través de los censos y a cualquier edad que se estime. En 2001, por ejemplo…:  

- En la categoría de 65-69 años, residían en solitario una proporción de mujeres que casi duplica a la de hombres (el 15,8% frente al 8,2%).

- En la de 70-74 años, ampliándose aún más las diferencias, lo hacían un porcentaje de mujeres superior al 24% y de hombres inferior al 10%.

- Y por encima de los 75 años vivían en solitario el 35% de las andaluzas frente a menos del 15% de los andaluces.

            Interesa por último saber del nivel de estudios de las personas mayores, que se presta a una doble lectura. Por el lado negativo, un porcentaje elevado de ellas carece de instrucción académica. Por el positivo, se trata de un déficit que tiende a remediarse con celeridad. Vayamos por partes. Según el Censo de Población de 2001, en Andalucía cerca del 62% de las personas mayores carecía de estudios, entre las cuales el 15,86% no sabía leer ni escribir. El 38% restante sí disponía de estudios: un 23% de primer grado, un 12% de segundo grado y el 3,43% de tercer grado (gráfico 10). En comparación con los datos de la población española la situación es desfavorable: en el país la proporción de personas mayores sin estudios rondaba el 44%, entre las cuales poco más del 8% eran analfabetas; en cambio, las que tenían estudios primarios suponían el 36%, las que poseían secundarios el 16% y las que gozaban de superiores el 4% (gráfico 11).


Por provincias, el déficit educativo es particularmente acusado en Jaén y en Córdoba y relativamente menos sentido en Huelva y en Málaga. Pero, más todavía que por provincias, en Andalucía el nivel educativo de las personas mayores varía de una forma muy significativa según el tipo de hábitat en el que se encuentran:

- En los municipios de menos de 10.000 habitantes, alrededor del 75% de ellas no tenía estudios. En los de mayor tamaño, este porcentaje se va reduciendo conforme aumenta su población: en torno al 70% en los de 10.001 a 20.000 habitantes, al 64% en los de 20.001 a 50.000, al 58% en los de 50.001 a 100.000, el 49% en los de 100.001 a 500.000 y al 43% en los que superan el medio millón de habitantes. 

- Entre las personas sin estudios, mención especial hay que hacer de aquellas que no saben leer ni escribir. La tasa de analfabetismo es el doble de elevada en el medio rural (en 2001 rondaba el 20% en las localidades de hasta 20.000 personas), que en el urbano (alrededor del 10% en las que sobrepasaban los 100.000 habitantes).

- La proporción de personas con estudios de primer o de segundo grado, relativamente escasa en los municipios de hasta 10.000 habitantes (el 23%, aproximadamente) tendía a incrementarse a medida que asciende el tamaño de las poblaciones hasta alcanzar el 50% en las ciudades con más de 500.000 habitantes.

- Tanto en las ciudades de 100.001 a 500.000 habitantes como en las que rebasan el medio millón de habitantes, más del 6% de las personas mayores poseían estudios de tercer grado. Este porcentaje no llegaba al 3% en las ciudades medianamente pobladas, resultando aún inferior en el medio rural.

En todos los lugares la falta de instrucción académica es un problema que afecta sobre todo al género femenino. En el conjunto de Andalucía, la tasa de analfabetismo de la mujer duplica a la del hombre; en cambio, disfrutan de estudios de tercer grado el 5,25% de los varones frente al 2% de las mujeres, así como de segundo grado cerca del 15% de los primeros frente a menos del 10% de las segundas. Las mujeres mayores han visto restringido su acceso a la educación en todos los grados, un hecho provocado no sólo por la situación política que ha vivido España y Andalucía sino, también, por la discriminación que han sufrido en el seno de la sociedad y en el de la familia: mientras que para el hombre se creía necesaria la instrucción académica, en la mujer no así por las funciones que solía asignárseles (tareas del hogar, crianza de los hijos, cuidado de los enfermos, etc.). Pese a la situación discriminada que sufrieron en su niñez y su juventud, estas mujeres suelen mostrar hoy una gran inquietud respecto al acceso a los recursos educativos, que habría de ser potenciada.

            Pero el nivel educativo de las personas mayores en Andalucía, hombres o mujeres, no deja de mejorar. En las últimas décadas del siglo XX la relación de quienes carecen de estudios ha descendido considerablemente. En 1991, por ejemplo, el 27,11% de las mujeres mayores no sabían leer ni escribir y otro 52,25%, aun sabiéndolo hacer, no contaba con estudios. En 2001, dicho está, tales porcentajes habían disminuido ya hasta el 15,86% y el 45,75% de manera respectiva. Y ha crecido, en contrapartida, la cifra de quienes poseen estudios tanto de primer como de segundo o tercer grado. No arriesgamos al sostener que la escasez de estudios es un problema que seguirá remediándose a pasos agigantados. En dos décadas, lo que de momento continúa siendo corriente empezará a resultar extraño: encontrar a personas mayores sin estudios, del sexo que sea. La situación educativa dará un vuelco enorme dado que serán excepcionales los casos de quienes no sepan leer ni escribir y cada vez más frecuentes los de quienes posean estudios secundarios o universitarios.

Hacia el 2035, así es, cabe esperar que en Andalucía la mitad de las personas mayores aproximadamente dispongan de estudios de segundo grado y que otro 15% los tengan de tercer grado. En este mismo escenario de futuro, sin disponer de ningún tipo de instrucción académica hallaremos a cerca del 20% de las personas mayores, resultando prácticamente irrelevante la cifra de quienes no saben leer ni escribir. Se tenderá por otra parte a una igualación de los niveles educativos del hombre y de la mujer, corrigiéndose la discriminación que ésta ha sufrido tradicionalmente en el sistema educativo. Es más, aquellas andaluzas que cumplan los 65 años en el 2035, incluso, gozarán en términos generales de una mayor instrucción académica que los andaluces de su misma edad: entre ellas habrá una proporción superior de personas con estudios de tercer grado e inferior de sin estudios (gráfico 12), que entre ellos (gráfico 13).

La mejora que se está produciendo del nivel educativo de las personas mayores motivará su creciente interés por las prácticas intergeneracionales. Ha de tenerse en cuenta que en la sociedad actual no existen demasiados ámbitos de encuentro entre personas de diferentes edades, donde se relacionen con carácter cotidiano y se intercambien informaciones y conocimiento. Pues bien, los programas intergeneracionales ofrecen un excelente marco para que las personas jóvenes y mayores se traten, propiciando una interculturalidad y el aprendizaje conjunto. La intergeneracionalidad cohesiona la sociedad, reduce barreras sociales y contribuye a que desaparezcan los mitos y los estereotipos que suelen pesar sobre las personas mayores.

El envejecimiento de la población en Andalucía.

Conclusiones:

·         La población andaluza registra hoy los niveles de envejecimiento más importantes de su historia. Razones: lleva tres décadas con unos de los índices de fecundidad muy bajos, y la esperanza de vida no deja de aumentar.

·         El envejecimiento demográfico es un rasgo definitorio no únicamente  de la población andaluza sino también de la española, la europea e incluso la mundial. 

·         No se trata de un fenómeno cíclico o pasajero, sino estructural de las sociedades desarrolladas.

·         Vivimos en sociedades en las que nunca antes habían coexistido tantas personas mayores con tan pocos niños y adolescentes.

·         El envejecimiento demográfico seguirá dándose en la primera mitad del siglo XX, e incluso se acentuará, sobre todo, desde 2025.
El grado de envejecimiento demográfico resulta muy dispar entre unas provincias y otras. Y también entre unos tipos de hábitat y otros, dado su elevado valor en el medio rural

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