TABLA
3. DISTRIBUCIÓN DE LAS PERSONAS MAYORES SEGÚN EL TAMAÑO DEL HOGAR EN EL QUE
HABITAN, POR GRUPOS DE EDAD. ANDALUCÍA, 2001.
|
Una persona
|
Dos personas
|
Tres personas
|
Cuatro o más
|
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(N)
|
(%)
|
(N)
|
(%)
|
(N)
|
(%)
|
(N)
|
(%)
|
||||||||
65-69 años
|
41.791
|
12,25
|
139.821
|
40,98
|
83.780
|
24,55
|
75.822
|
22,22
|
|||||||
70-74 años
|
51.585
|
17,66
|
133.882
|
45,85
|
56.772
|
19,44
|
49.788
|
17,05
|
|||||||
75-79 años
|
51.521
|
24,17
|
95.836
|
44,96
|
32.250
|
15,13
|
33.559
|
15,74
|
|||||||
80-84 años
|
36458
|
29,93
|
47.292
|
38,82
|
15.632
|
12,83
|
22.440
|
18,42
|
|||||||
85-89 años
|
19.309
|
32,27
|
18.945
|
31,67
|
7.792
|
13,02
|
13.781
|
23,03
|
|||||||
90 y más
|
7.614
|
29,37
|
6.742
|
26,01
|
4.537
|
17,50
|
7.032
|
27,12
|
|||||||
TOTAL
|
208.278
|
19,76
|
442.518
|
41,99
|
200.763
|
19,05
|
202.422
|
19,21
|
|||||||
Fuente:
Elaboración propia, con datos del Censo de Población de 2001 (INE).
Los hogares de una única persona son
especialmente frecuentes en las áreas rurales. Habitan en uno de ellos el 24%
de las personas mayores que residen en pueblos y aldeas de hasta 2.000
habitantes, así como el 21% de las que lo hacen en municipios de 2.001 a 5.000.
Estos hogares también son más comunes en las grandes ciudades que en las de
tamaño medio. Y otro hecho de gran interés es la relativa escasez de hogares de
cuatro o más miembros en el medio rural, más extraños cuanto menor es el tamaño
poblacional: la cifra de personas mayores en uno de ellos es de alrededor del
12% en localidades de hasta 2.000 habitantes, del 15% en localidades de 2.001 a
5.000 habitantes y del 18% en las de 5.001 a 10.000 habitantes. En el resto de
poblaciones, sean de tamaño medio o grande, hablamos de una proporción que
supera el 20%.
Contra la creencia social que quizás
circule, la convivencia entre varias generaciones en la sociedad actual resulta
más corriente en las zonas urbanas que en las rurales. En estas últimas, en
cambio, es mucho más común la vida en solitario de las personas mayores,
circunstancia compatible con que el envejecimiento en pareja sea también más
frecuente en los pueblos que en las ciudades. En el medio rural, sí, hay
comparativamente más personas mayores casadas que en el urbano; una vez que
enviudan, ahora bien, tienden más que las de otras clases de hábitats a vivir
solas, en parte porque es probable que no tengan hijos en su localidad y
quieran evitar el desarraigo social que entraña la mudanza. Es más, los hogares
de cuatro o más miembros son más numerosos en las grandes ciudades quizás
porque muchos acaban albergando a personas mayores viudas procedentes del medio
rural que, debido a sus problemas de salud, se han trasladado a la vivienda de
familiares para ser cuidadas allí.
En cualquier caso, hemos de
incorporar la variable género en el estudio de la forma convivencia. Llama la
atención por ejemplo que con 65 o más años existan muchas más mujeres que
hombres en hogares unipersonales (más del 26% frente a menos del 11%
respectivamente). Y, de otro lado, también
resulta bastante más frecuente hallar a mujeres que a varones residiendo en
casa de familiares (el 16,3% frente al 6,5%), así como en viviendas colectivas
(2,3% frente a 1,3%). Por el contrario, habitando en su propio hogar en
compañía del cónyuge y/o de algún hijo o hija encontramos al 81% de los hombres
frente al 55% de las mujeres (gráfico 8).
De las diferentes formas de vida,
una se encuentra en expansión entre las personas mayores de Andalucía: la que
transcurre en solitario. En el Censo de 2001 casi el 20% de ellas residen
solas, cifra que va al alza por cuanto que en el Censo de 1991 significaba en
torno al 16% y en el de 1981 no alcanzaba el 14%. Los resultados de la Encuesta
de Condiciones de Vida de 2006, además, la elevan hasta el 21%. Aunque la
viudez ocurra a una edad más tardía, cuando sobreviene prima el deseo de
quienes la sufren de permanecer en casa aun debiendo ser ya sin compañía, antes
que mudarse a otro domicilio para convivir con familiares. Se está quebrando
con la tradición dado que en el pasado los hogares extensos eran más frecuentes
que los unipersonales.
Ello
informa, aparte de la mejora en el estado de salud de las personas mayores,
sobre lo firme que resulta su reclamo de autonomía: desean vivir con libertad e
independencia respecto a la familia, y no refugiándose en ella tras enviudar
como solía ser necesidad y costumbre en otro tiempo. Envejecer en solitario
entraña una serie de riesgos y de incertidumbres (como el aislamiento social,
el sentimiento de soledad o la pobreza), pero a la vez ofrece un marco lleno de
posibilidades para el mantenimiento de un estilo de vida activo: más
posibilidades, en efecto, que posibles alternativas como la
institucionalización, el traslado a casa de algún hijo o hija, o la rotación
por varios domicilios. Bien haremos no obstante en recalcar la importancia del
género pues, como hemos indicado, la vida solitaria se halla mucho más
extendida entre las mujeres que entre los varones. Es una circunstancia que se
repite en todas las provincias y los hábitats, así como a través de los censos
y a cualquier edad que se estime. En 2001, por ejemplo…:
- En la categoría de 65-69 años, residían en
solitario una proporción de mujeres que casi duplica a la de hombres (el 15,8%
frente al 8,2%).
- En la de 70-74 años, ampliándose aún más las
diferencias, lo hacían un porcentaje de mujeres superior al 24% y de hombres
inferior al 10%.
- Y por encima de los 75 años vivían en solitario
el 35% de las andaluzas frente a menos del 15% de los andaluces.
Interesa por último saber del nivel
de estudios de las personas mayores, que se presta a una doble lectura. Por el
lado negativo, un porcentaje elevado de ellas carece de instrucción académica.
Por el positivo, se trata de un déficit que tiende a remediarse con celeridad.
Vayamos por partes. Según el Censo de Población de 2001, en Andalucía cerca del
62% de las personas mayores carecía de estudios, entre las cuales el 15,86% no
sabía leer ni escribir. El 38% restante sí disponía de estudios: un 23% de
primer grado, un 12% de segundo grado y el 3,43% de tercer grado (gráfico 10).
En comparación con los datos de la población española la situación es
desfavorable: en el país la proporción de personas mayores sin estudios rondaba
el 44%, entre las cuales poco más del 8% eran analfabetas; en cambio, las que
tenían estudios primarios suponían el 36%, las que poseían secundarios el 16% y
las que gozaban de superiores el 4% (gráfico 11).
Por
provincias, el déficit educativo es particularmente acusado en Jaén y en
Córdoba y relativamente menos sentido en Huelva y en Málaga. Pero, más todavía
que por provincias, en Andalucía el nivel educativo de las personas mayores
varía de una forma muy significativa según el tipo de hábitat en el que se
encuentran:
- En
los municipios de menos de 10.000 habitantes, alrededor del 75% de ellas no
tenía estudios. En los de mayor tamaño, este porcentaje se va reduciendo
conforme aumenta su población: en torno al 70% en los de 10.001 a 20.000
habitantes, al 64% en los de 20.001 a 50.000, al 58% en los de 50.001 a
100.000, el 49% en los de 100.001 a 500.000 y al 43% en los que superan el
medio millón de habitantes.
-
Entre las personas sin estudios, mención especial hay que hacer de aquellas que
no saben leer ni escribir. La tasa de analfabetismo es el doble de elevada en
el medio rural (en 2001 rondaba el 20% en las localidades de hasta 20.000
personas), que en el urbano (alrededor del 10% en las que sobrepasaban los
100.000 habitantes).
- La
proporción de personas con estudios de primer o de segundo grado, relativamente
escasa en los municipios de hasta 10.000 habitantes (el 23%, aproximadamente)
tendía a incrementarse a medida que asciende el tamaño de las poblaciones hasta
alcanzar el 50% en las ciudades con más de 500.000 habitantes.
-
Tanto en las ciudades de 100.001 a 500.000 habitantes como en las que rebasan
el medio millón de habitantes, más del 6% de las personas mayores poseían
estudios de tercer grado. Este porcentaje no llegaba al 3% en las ciudades
medianamente pobladas, resultando aún inferior en el medio rural.
En
todos los lugares la falta de instrucción académica es un problema que afecta
sobre todo al género femenino. En el conjunto de Andalucía, la tasa de
analfabetismo de la mujer duplica a la del hombre; en cambio, disfrutan de
estudios de tercer grado el 5,25% de los varones frente al 2% de las mujeres,
así como de segundo grado cerca del 15% de los primeros frente a menos del 10%
de las segundas. Las mujeres mayores han visto restringido su acceso a la
educación en todos los grados, un hecho provocado no sólo por la situación
política que ha vivido España y Andalucía sino, también, por la discriminación
que han sufrido en el seno de la sociedad y en el de la familia: mientras que
para el hombre se creía necesaria la instrucción académica, en la mujer no así
por las funciones que solía asignárseles (tareas del hogar, crianza de los
hijos, cuidado de los enfermos, etc.). Pese a la situación discriminada que
sufrieron en su niñez y su juventud, estas mujeres suelen mostrar hoy una gran
inquietud respecto al acceso a los recursos educativos, que habría de ser
potenciada.
Pero el nivel educativo de las
personas mayores en Andalucía, hombres o mujeres, no deja de mejorar. En las
últimas décadas del siglo XX la relación de quienes carecen de estudios ha
descendido considerablemente. En 1991, por ejemplo, el 27,11% de las mujeres
mayores no sabían leer ni escribir y otro 52,25%, aun sabiéndolo hacer, no
contaba con estudios. En 2001, dicho está, tales porcentajes habían disminuido
ya hasta el 15,86% y el 45,75% de manera respectiva. Y ha crecido, en
contrapartida, la cifra de quienes poseen estudios tanto de primer como de
segundo o tercer grado. No arriesgamos al sostener que la escasez de estudios
es un problema que seguirá remediándose a pasos agigantados. En dos décadas, lo
que de momento continúa siendo corriente empezará a resultar extraño: encontrar
a personas mayores sin estudios, del sexo que sea. La situación educativa dará
un vuelco enorme dado que serán excepcionales los casos de quienes no sepan
leer ni escribir y cada vez más frecuentes los de quienes posean estudios
secundarios o universitarios.
Hacia
el 2035, así es, cabe esperar que en Andalucía la mitad de las personas mayores
aproximadamente dispongan de estudios de segundo grado y que otro 15% los
tengan de tercer grado. En este mismo escenario de futuro, sin disponer de
ningún tipo de instrucción académica hallaremos a cerca del 20% de las personas
mayores, resultando prácticamente irrelevante la cifra de quienes no saben leer
ni escribir. Se tenderá por otra parte a una igualación de los niveles
educativos del hombre y de la mujer, corrigiéndose la discriminación que ésta
ha sufrido tradicionalmente en el sistema educativo. Es más, aquellas andaluzas
que cumplan los 65 años en el 2035, incluso, gozarán en términos generales de
una mayor instrucción académica que los andaluces de su misma edad: entre ellas
habrá una proporción superior de personas con estudios de tercer grado e
inferior de sin estudios (gráfico 12), que entre ellos (gráfico 13).
La
mejora que se está produciendo del nivel educativo de las personas mayores
motivará su creciente interés por las prácticas intergeneracionales. Ha de
tenerse en cuenta que en la sociedad actual no existen demasiados ámbitos de
encuentro entre personas de diferentes edades, donde se relacionen con carácter
cotidiano y se intercambien informaciones y conocimiento. Pues bien, los
programas intergeneracionales ofrecen un excelente marco para que las personas
jóvenes y mayores se traten, propiciando una interculturalidad y el aprendizaje
conjunto. La intergeneracionalidad cohesiona la sociedad, reduce barreras
sociales y contribuye a que desaparezcan los mitos y los estereotipos que
suelen pesar sobre las personas mayores.
El
envejecimiento de la población en Andalucía.
Conclusiones:
·
La población andaluza registra hoy los
niveles de envejecimiento más importantes de su historia. Razones: lleva tres
décadas con unos de los índices de fecundidad muy bajos, y la esperanza de vida
no deja de aumentar.
·
El envejecimiento demográfico es un rasgo
definitorio no únicamente de la
población andaluza sino también de la española, la europea e incluso la
mundial.
·
No se trata de un fenómeno cíclico o
pasajero, sino estructural de las sociedades desarrolladas.
·
Vivimos en sociedades en las que nunca antes
habían coexistido tantas personas mayores con tan pocos niños y adolescentes.
·
El envejecimiento demográfico seguirá dándose
en la primera mitad del siglo XX, e incluso se acentuará, sobre todo, desde
2025.
El grado de envejecimiento demográfico resulta muy
dispar entre unas provincias y otras. Y también entre unos tipos de hábitat y
otros, dado su elevado valor en el medio rural
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