Centro de Psicología y Terapias Alternativas de Tomares y Sevilla.

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sábado, 11 de mayo de 2013

LIBRO BLANCO DEL ENVEJECIMIENTO ACTIVO EN ANDALUCÍA. 1


LIBRO BLANCO DEL ENVEJECIMIENTO ACTIVO EN ANDALUCÍA
JUNTA DE ANDALUCÍA

GRUPO DE TRABAJO 1. TRANSVERSALIDAD Y PROSPECTIVA DEL ENVEJECIMIENTO EN ANDALUCÍA


AUTORES/AS:

JUAN LÓPEZ DOBLAS (COORDINADOR CIENTÍFICO)

MIGUEL A. RECHE POZO (COORDINADOR TÉCNICO)

PEDRO CHICHARRO RODRÍGUEZ

MARÍA JESÚS CUERVA SALAS

JUAN A. HERNÁNDEZ RODRÍGUEZ

INMACULADA LINDO CAMACHO

Mª. DOLORES RIVILLAS JURADO

ISABEL GARCÍA RODRÍGUEZ

FRANCISCO ROMANCO

ANGELITA SÁNCHEZ


1.     El envejecimiento de la población en Andalucía.

            En las últimas décadas se viene hablando tanto del envejecimiento y de las personas mayores, en gran medida, por la evolución demográfica que presentan las sociedades occidentales. En todas ellas la estructura por edades de la población viene transformándose muy significativamente, puesto que la infancia y la juventud ceden peso relativo a los grupos de edad avanzada. Es un proceso que en algunos países europeos (como Francia o Suecia) comenzó a darse desde principios del siglo XIX, pero que en España no se desarrollaría hasta entrado ya el XX, así como en Andalucía hasta la década de 1930. Como consecuencia, la forma estructural de la población cada vez se asemeja menos a la de una ‘pirámide’, por mucho que se siga empleando este término, y más a la de una especie de ‘hongo’ o ‘magdalena’, donde la parte superior de la figura no deja de engrosar y la inferior de estrecharse (gráfico 1).

Si miramos las causas que han impulsado el proceso de envejecimiento demográfico cuesta aceptar visiones tan pesimistas del mismo como a menudo se escuchan. La población andaluza envejece, al igual que la española y la del resto de las sociedades occidentales, por dos razones magníficas. Una podría denominarse el ’milagro de la supervivencia’. La mortalidad, que hace un siglo azotaba a las personas lo mismo fuesen recién nacidas (se sufría una altísima mortalidad infantil: uno de cada seis nacimientos se convertía en defunción antes del año) que estuvieran en plena edad reproductora (hacia los treinta y pocos años, la mitad de las nacidas ya habían fallecido), se ha ido controlando hasta el punto de que en la actualidad la inmensa mayoría de las defunciones se producen más allá de la edad octogenaria. La prueba está en el uso común que solemos hacer de la expresión de ‘lo joven que ha muerto’ cuando alguien pierde la vida, por ejemplo, en torno a los 60 años.

Existe un indicador que mide perfectamente el bienestar social logrado: la esperanza de vida. La de la Andalucía de principios del siglo XX permanecía extremadamente baja en relación a la que registraban las sociedades europeas más desarrolladas: alrededor de los 36 años para el hombre y de los 38 años para la mujer. Desde entonces, sin embargo, no ha cesado de incrementarse (a excepción del paréntesis que supuso la Guerra Civil Española), mostrando hoy día valores semejantes. Cada vez que se publican datos sobre la esperanza de vida al nacer de los andaluces y de las andaluzas se baten récords históricos: en 2007, según el Instituto Nacional de estadística (INE), 76,58 años y 82,78 años, respectivamente. Las expectativas de vida de la población andaluza se han duplicado con creces en apenas un siglo, excelente hecho sin duda.


 No se ha controlado únicamente la mortalidad sino también la natalidad. En la Andalucía del pasado, todavía la de los años treinta del siglo pasado, las mujeres solían tener por término medio de cuatro a cinco hijos. Prácticamente dedicaban su vida a la crianza de la prole, y no era infrecuente que muchas se la dejaran en cualquier parto mal avenido. No había ningún tipo de planificación de la descendencia, sino que niños y niñas iban llegando a la familia (cuando no fallecían al poco de nacer o en su infancia) a designio de la ‘naturaleza’ (se habla a nivel técnico de una ‘fecundidad natural’, establecida de hecho en los cinco hijos por mujer). Pasada la Guerra Civil la cosa empieza a cambiar, y el número de nacimientos pasa a ser decisión y no azar para una cifra creciente de parejas andaluzas. Esta consecuente reducción de la fecundidad, unido a la mayor esperanza de vida, significaría un empuje determinante para el proceso de envejecimiento demográfico ya que en las edades inferiores irían cediendo peso relativo a las superiores en la estructura de la población.

 Lo que ha sucedido desde mediados de la década de 1970 merece una atención especial. Tanto en Andalucía como en España, más que un descenso de la fecundidad, lo que han registrado es una enorme caída. En lo que toca a España destaca que en apenas tres lustros ha pasado de encabezar (junto a Irlanda) la clasificación europea de nacimientos por mujer (hacia 1980) a liderar la mundial de baja fecundidad (en 1995, con Italia). En Andalucía la tendencia ha sido la misma: el índice de fecundidad, que en los años setenta superaba los tres hijos por mujer, disminuyó en los noventa hasta alrededor de los 1,30 hijos, esto es, de manera muy brusca; y, aunque recientemente haya repuntado algo (1,56 hijos por mujer en 2008, según el INE), se mantiene aún en valores escasos, valores eso sí algo más elevados que la media nacional (1,46 en 2008).

El caso es que ello ha intensificado mucho el proceso de envejecimiento demográfico. En 1970, para hacernos idea, la tercera parte de los habitantes de Andalucía eran menores de 16 años (el 33,43% exactamente), mientras que los mayores de 65 años significaban el 8,70%. En 2009, en cambio, los primeros suponen el 17,32% de la población y los segundos el 14,77% (gráfico 2). Se constata así un hecho insólito: pueblan Andalucía una cifra parecida de niños y adolescentes que de personas mayores. En el medio rural, incluso, éstas son más numerosas que los primeros: la estructura demográfica de los municipios de hasta 2.000 habitantes muestra en torno a un 16% de menores de 16 años y a un 23% de mayores de 65; en los de 2.001 a 5.000 habitantes, cada uno de estos grupos de edad representa cerca del 19% de la población. Son datos que vienen a poner de relieve el sobre-envejecimiento del mundo rural.

Aunque de aparición tardía, el envejecimiento demográfico ha avanzado por lo tanto en Andalucía a un ritmo muy veloz. A fecha de 1 de enero de 2009 había empadronados en ella 1.224.011 habitantes con 65 o más años de edad, los cuales representan el mencionado 14,77% de su población. Y con 80 o más existían 307.997 habitantes, esto es, el 3,72%. Tanto en cifras absolutas como relativas, se trata de los niveles de envejecimiento demográfico más altos que jamás se han conocido. Dentro de la comunidad autónoma, Córdoba (17,25%) y Jaén (17,83%) poseen un porcentaje de personas de 65 o más años en sus respectivas poblaciones superior al promediado en España. De otro lado, casi el 5% de los habitantes de una y otra provincia tiene más de 80 años, una tasa que también supera a la del país. El resto de las provincias andaluzas poseen un envejecimiento mucho más bajo, sobre todo Cádiz y Almería (tabla 1).

TABLA 1. PERSONAS MAYORES DE 65 Y DE 80 AÑOS EMPADRONADAS EN 2009 LAS PROVINCIAS ANDALUZAS. RELEVANCIA DENTRO DE LA POBLACIÓN

 
POBLACIÓN TOTAL
65 O MÁS AÑOS
80 O MÁS AÑOS
    (N)
(%)
   (N)
(%)
Almería
   682.250
85.758
12,57
21.568
3,16
Cádiz
1.228.987
162.601
13,23
36.722
2,99
Córdoba
   803.038
138.518
17,25
39.522
4,92
Granada
   905.285
146.025
16,13
38.250
4,23
Huelva
   512.366
75.028
14,64
19.312
3,77
Jaén
   667.502
118.991
17,83
32.603
4,88
Málaga
1.587.840
231.905
14,61
54.469
3,43
Sevilla
1.898.424
265.185
13,97
65.551
3,45
 
Andalucía
 
8.285.692
 
1.224.011
 
14,77
 
307.997
 
3,72
 
España
 
46.661.950
 
7.780.830
 
16,67
 
2.213.955
 
4,74

Fuente: Elaboración propia, con datos del Padrón de Habitantes de 2009 (INE).

Podría afirmarse que en las familias andaluzas jamás habían coexistido tantos abuelos y abuelas con tan pocos nietos y nietas. Si quienes escasearon fueron siempre los primeros/as, hoy en día son estos últimos/as (dada la poca  fecundidad).    Y eso que en lo que va de siglo XXI el porcentaje de personas mayores de 65 años se ha estabilizado por la confluencia de dos factores. Uno, la llegada a esa edad de las cohortes nacidas durante la Guerra Civil y la postguerra, cohortes menguadas de efectivos respecto a las precedentes. Dos, el abundante flujo de inmigración recibida, sobre todo de jóvenes en busca de trabajo. Pero el envejecimiento de la población no es un fenómeno pasajero o que esté sujeto a ciclos de crecimiento y decrecimiento en sus valores. Se trata de un proceso de firme desarrollo, que avanza y seguirá avanzando con más o menos celeridad…

a)    En su dimensión relativa, dependiendo esencialmente de la evolución que vaya marcando la fecundidad (salvo que ésta se incrementase de modo muy importante, lo que rejuvenecería la estructura por edad de la población, cosa que resulta muy poco probable que suceda).

b)    En su dimensión absoluta, apoyado por la impecable evolución que (salvo hecatombe en la mortalidad) muestra la esperanza de vida de los andaluces y de las andaluzas.

Las proyecciones realizadas apuntan a que la población andaluza estará mucho más envejecida en 2020 de lo que lo está ahora, y más todavía lo irá estando luego, a medida que vayan jubilándose las cohortes nacidas con el baby boom que registró Andalucía desde finales de los años cincuenta, las cuales, dada la escasa mortalidad que han padecido, llegarán además a dicho momento conservando en vida a la inmensa mayoría de sus efectivos, es decir, prácticamente intactas. Podría concluirse que si el siglo XX fue de inicio del proceso de envejecimiento demográfico, el XXI lo va a ser de su expansión hasta alcanzar, con total seguridad, cotas muy altas en las próximas décadas. Ello conducirá hacia una estructura poblacional sin precedentes en la historia, tendente a una forma rectangular .

 

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