LIBRO BLANCO DEL ENVEJECIMIENTO ACTIVO
EN ANDALUCÍA
JUNTA DE ANDALUCÍA
GRUPO DE TRABAJO 1. TRANSVERSALIDAD Y
PROSPECTIVA DEL ENVEJECIMIENTO EN ANDALUCÍA
AUTORES/AS:
JUAN
LÓPEZ DOBLAS (COORDINADOR CIENTÍFICO)
MIGUEL
A. RECHE POZO (COORDINADOR TÉCNICO)
PEDRO
CHICHARRO RODRÍGUEZ
MARÍA
JESÚS CUERVA SALAS
JUAN
A. HERNÁNDEZ RODRÍGUEZ
INMACULADA
LINDO CAMACHO
Mª.
DOLORES RIVILLAS JURADO
ISABEL
GARCÍA RODRÍGUEZ
FRANCISCO
ROMANCO
ANGELITA
SÁNCHEZ
1. El
envejecimiento de la población en Andalucía.
En las últimas décadas se viene
hablando tanto del envejecimiento y de las personas mayores, en gran medida,
por la evolución demográfica que presentan las sociedades occidentales. En
todas ellas la estructura por edades de la población viene transformándose muy
significativamente, puesto que la infancia y la juventud ceden peso relativo a
los grupos de edad avanzada. Es un proceso que en algunos países europeos (como
Francia o Suecia) comenzó a darse desde principios del siglo XIX, pero que en
España no se desarrollaría hasta entrado ya el XX, así como en Andalucía hasta
la década de 1930. Como consecuencia, la forma estructural de la población cada
vez se asemeja menos a la de una ‘pirámide’, por mucho que se siga empleando
este término, y más a la de una especie de ‘hongo’ o ‘magdalena’, donde la
parte superior de la figura no deja de engrosar y la inferior de estrecharse
(gráfico 1).
Si
miramos las causas que han impulsado el proceso de envejecimiento demográfico
cuesta aceptar visiones tan pesimistas del mismo como a menudo se escuchan. La
población andaluza envejece, al igual que la española y la del resto de las
sociedades occidentales, por dos razones magníficas. Una podría denominarse el ’milagro de la supervivencia’. La
mortalidad, que hace un siglo azotaba a las personas lo mismo fuesen recién
nacidas (se sufría una altísima mortalidad infantil: uno de cada seis
nacimientos se convertía en defunción antes del año) que estuvieran en plena
edad reproductora (hacia los treinta y pocos años, la mitad de las nacidas ya habían
fallecido), se ha ido controlando hasta el punto de que en la actualidad la
inmensa mayoría de las defunciones se producen más allá de la edad octogenaria.
La prueba está en el uso común que solemos hacer de la expresión de ‘lo joven que ha muerto’ cuando alguien
pierde la vida, por ejemplo, en torno a los 60 años.
Existe
un indicador que mide perfectamente el bienestar social logrado: la esperanza
de vida. La de la Andalucía de principios del siglo XX permanecía
extremadamente baja en relación a la que registraban las sociedades europeas
más desarrolladas: alrededor de los 36 años para el hombre y de los 38 años
para la mujer. Desde entonces, sin embargo, no ha cesado de incrementarse (a
excepción del paréntesis que supuso la Guerra Civil Española), mostrando hoy
día valores semejantes. Cada vez que se publican datos sobre la esperanza de
vida al nacer de los andaluces y de las andaluzas se baten récords históricos:
en 2007, según el Instituto Nacional de estadística (INE), 76,58 años y 82,78
años, respectivamente. Las expectativas de vida de la población andaluza se han
duplicado con creces en apenas un siglo, excelente hecho sin duda.
No se ha controlado únicamente la mortalidad
sino también la natalidad. En la Andalucía del pasado, todavía la de los años
treinta del siglo pasado, las mujeres solían tener por término medio de cuatro
a cinco hijos. Prácticamente dedicaban su vida a la crianza de la prole, y no
era infrecuente que muchas se la dejaran en cualquier parto mal avenido. No
había ningún tipo de planificación de la descendencia, sino que niños y niñas
iban llegando a la familia (cuando no fallecían al poco de nacer o en su
infancia) a designio de la ‘naturaleza’ (se habla a nivel técnico de una
‘fecundidad natural’, establecida de hecho en los cinco hijos por mujer).
Pasada la Guerra Civil la cosa empieza a cambiar, y el número de nacimientos
pasa a ser decisión y no azar para una cifra creciente de parejas andaluzas.
Esta consecuente reducción de la fecundidad, unido a la mayor esperanza de
vida, significaría un empuje determinante para el proceso de envejecimiento
demográfico ya que en las edades inferiores irían cediendo peso relativo a las
superiores en la estructura de la población.
Lo que ha sucedido desde mediados de la década
de 1970 merece una atención especial. Tanto en Andalucía como en España, más
que un descenso de la fecundidad, lo que han registrado es una enorme caída. En
lo que toca a España destaca que en apenas tres lustros ha pasado de encabezar
(junto a Irlanda) la clasificación europea de nacimientos por mujer (hacia
1980) a liderar la mundial de baja fecundidad (en 1995, con Italia). En
Andalucía la tendencia ha sido la misma: el índice de fecundidad, que en los
años setenta superaba los tres hijos por mujer, disminuyó en los noventa hasta
alrededor de los 1,30 hijos, esto es, de manera muy brusca; y, aunque
recientemente haya repuntado algo (1,56 hijos por mujer en 2008, según el INE),
se mantiene aún en valores escasos, valores eso sí algo más elevados que la
media nacional (1,46 en 2008).
El
caso es que ello ha intensificado mucho el proceso de envejecimiento
demográfico. En 1970, para hacernos idea, la tercera parte de los habitantes de
Andalucía eran menores de 16 años (el 33,43% exactamente), mientras que los
mayores de 65 años significaban el 8,70%. En 2009, en cambio, los primeros
suponen el 17,32% de la población y los segundos el 14,77% (gráfico 2). Se
constata así un hecho insólito: pueblan Andalucía una cifra parecida de niños y
adolescentes que de personas mayores. En el medio rural, incluso, éstas son más
numerosas que los primeros: la estructura demográfica de los municipios de
hasta 2.000 habitantes muestra en torno a un 16% de menores de 16 años y a un
23% de mayores de 65; en los de 2.001 a 5.000 habitantes, cada uno de estos
grupos de edad representa cerca del 19% de la población. Son datos que vienen a
poner de relieve el sobre-envejecimiento del mundo rural.
Aunque
de aparición tardía, el envejecimiento demográfico ha avanzado por lo tanto en
Andalucía a un ritmo muy veloz. A fecha de 1 de enero de 2009 había empadronados
en ella 1.224.011 habitantes con 65 o más años de edad, los cuales representan
el mencionado 14,77% de su población. Y con 80 o más existían 307.997
habitantes, esto es, el 3,72%. Tanto en cifras absolutas como relativas, se
trata de los niveles de envejecimiento demográfico más altos que jamás se han
conocido. Dentro de la comunidad autónoma, Córdoba (17,25%) y Jaén (17,83%)
poseen un porcentaje de personas de 65 o más años en sus respectivas
poblaciones superior al promediado en España. De otro lado, casi el 5% de los
habitantes de una y otra provincia tiene más de 80 años, una tasa que también
supera a la del país. El resto de las provincias andaluzas poseen un
envejecimiento mucho más bajo, sobre todo Cádiz y Almería (tabla 1).
TABLA
1. PERSONAS MAYORES DE 65 Y DE 80 AÑOS EMPADRONADAS EN 2009 LAS PROVINCIAS
ANDALUZAS. RELEVANCIA DENTRO DE LA POBLACIÓN
|
POBLACIÓN
TOTAL
|
65
O MÁS AÑOS
|
80
O MÁS AÑOS
|
||
(N)
|
(%)
|
(N)
|
(%)
|
||
Almería
|
682.250
|
85.758
|
12,57
|
21.568
|
3,16
|
Cádiz
|
1.228.987
|
162.601
|
13,23
|
36.722
|
2,99
|
Córdoba
|
803.038
|
138.518
|
17,25
|
39.522
|
4,92
|
Granada
|
905.285
|
146.025
|
16,13
|
38.250
|
4,23
|
Huelva
|
512.366
|
75.028
|
14,64
|
19.312
|
3,77
|
Jaén
|
667.502
|
118.991
|
17,83
|
32.603
|
4,88
|
Málaga
|
1.587.840
|
231.905
|
14,61
|
54.469
|
3,43
|
Sevilla
|
1.898.424
|
265.185
|
13,97
|
65.551
|
3,45
|
Andalucía
|
8.285.692
|
1.224.011
|
14,77
|
307.997
|
3,72
|
España
|
46.661.950
|
7.780.830
|
16,67
|
2.213.955
|
4,74
|
Fuente:
Elaboración propia, con datos del Padrón de Habitantes de 2009 (INE).
Podría
afirmarse que en las familias andaluzas jamás habían coexistido tantos abuelos
y abuelas con tan pocos nietos y nietas. Si quienes escasearon fueron siempre
los primeros/as, hoy en día son estos últimos/as (dada la poca fecundidad). Y
eso que en lo que va de siglo XXI el porcentaje de personas mayores de 65 años
se ha estabilizado por la confluencia de dos factores. Uno, la llegada a esa
edad de las cohortes nacidas durante la Guerra Civil y la postguerra, cohortes
menguadas de efectivos respecto a las precedentes. Dos, el abundante flujo de
inmigración recibida, sobre todo de jóvenes en busca de trabajo. Pero el
envejecimiento de la población no es un fenómeno pasajero o que esté sujeto a
ciclos de crecimiento y decrecimiento en sus valores. Se trata de un proceso de
firme desarrollo, que avanza y seguirá avanzando con más o menos celeridad…
a) En
su dimensión relativa, dependiendo esencialmente de la evolución que vaya
marcando la fecundidad (salvo que ésta se incrementase de modo muy importante,
lo que rejuvenecería la estructura por edad de la población, cosa que resulta
muy poco probable que suceda).
b) En
su dimensión absoluta, apoyado por la impecable evolución que (salvo hecatombe
en la mortalidad) muestra la esperanza de vida de los andaluces y de las
andaluzas.
Las
proyecciones realizadas apuntan a que la población andaluza estará mucho más
envejecida en 2020 de lo que lo está ahora, y más todavía lo irá estando luego,
a medida que vayan jubilándose las cohortes nacidas con el baby boom que registró Andalucía desde finales de los años cincuenta,
las cuales, dada la escasa mortalidad que han padecido, llegarán además a dicho
momento conservando en vida a la inmensa mayoría de sus efectivos, es decir,
prácticamente intactas. Podría concluirse que si el siglo XX fue de inicio del
proceso de envejecimiento demográfico, el XXI lo va a ser de su expansión hasta
alcanzar, con total seguridad, cotas muy altas en las próximas décadas. Ello
conducirá hacia una estructura poblacional sin precedentes en la historia,
tendente a una forma rectangular .
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