1. Características
de las personas mayores en Andalucía. Aspectos estructurales y tendencias de
cambio.
1.1.
Distribución
por sexo, edad y estado civil.
Pero el envejecimiento constituye un
fenómeno que debe analizarse más allá de su componente demográfico. Sabemos que
la estructura de edades de la población andaluza se está transformando, pero
tras constatarse el hecho han de centrar la atención las personas mayores. Lo
que pasamos a mostrar son una serie de rasgos sociológicos que nos ayudarán a
conocerlas mejor y a entender, analizando tanto aspectos estructurales como
tendencias de cambio, los diferentes modos que existen de envejecer. Comenzamos
advirtiendo sobre algo quizás evidente pero no tenido suficientemente en cuenta
para diseñar políticas públicas o investigaciones sociales sobre el
envejecimiento: entre las personas mayores hay más mujeres que hombres. Su predominio
cuantitativo, además, se acentúa conforme asciende la edad (tabla 2):
TABLA
2. PERSONAS MAYORES EMPADRONADAS EN 2009 EN ANDALUCÍA, POR SEXO, SEGÚN
SUBGRUPOS DE EDAD (en porcentajes horizontales)
|
AMBOS SEXOS
|
VARONES
|
MUJERES
|
||
(N)
|
(%)
|
(N)
|
(%)
|
||
65-69 años
|
331.155
|
156.810
|
47,35
|
174.345
|
52,65
|
70-74 años
|
307.641
|
138.920
|
45,16
|
168.721
|
54,84
|
75-79 años
|
277.218
|
118.593
|
42,78
|
158.625
|
57,22
|
80-84 años
|
178.760
|
68.581
|
38,36
|
110.179
|
61,64
|
85 y más
|
129.237
|
41.198
|
31,88
|
88.039
|
68,12
|
TOTAL
|
1.224.011
|
524.102
|
42,82
|
699.909
|
57,18
|
Fuente:
Elaboración propia, con datos del Padrón de Habitantes de 2009 (INE).
Este rasgo se repite en todas y cada
una de las provincias andaluzas y los tipos de hábitats, así como en España y
en el resto de países occidentales. Si echamos la vista atrás se percibe no
sólo en la actualidad sino en cualquier momento histórico, y a buen seguro que
seguirá dándose en el futuro. He aquí un aspecto estructural que define de
forma global al envejecimiento. Hacemos hincapié en ello ya que a menudo se
investiga sobre la vejez o se trabaja con personas mayores teniendo por
referencia la situación social y las necesidades del hombre, pareciéndose dejar
en un plano secundario al género femenino. Grave descuido dado que las mujeres,
además de resultar más numerosas que los varones, envejecen en unas
circunstancias personales, familiares y sociales diferentes a las de ellos. De
ahí que quepa reclamar su singularidad.
Cabe
destacar, en segundo lugar, una importarte tendencia. Andalucía dispone de una cantidad de personas
mayores que no deja de incrementarse, según se ha referido. Pero habría de
añadirse que, entre ellas, las de edad más elevada (personas de 80 o más años)
están ganando peso demográfico relativo en detrimento de las de menor edad (sobre
todo de las sexagenarias). Es algo que viene registrándose desde hace bastante
(mediados del siglo XX), aunque, muy especialmente, desde la década de 1980. En
lo que va de siglo XXI dicha tendencia ha cobrado un ritmo aceleradísimo por la
llegada a los 65 años de las cohortes menguadas de efectivos nacidas en la
Guerra Civil y la postguerra (dada la sub-natalidad que el conflicto bélico
ocasionó). En 2009 la cuarta parte de las personas mayores de 65 años
empadronadas en Andalucía rebasan los 80 años, cuando en el Censo de Población
de 2001 eran el 20,24% (gráfico 4).
Esta
tendencia posee en la actualidad una transcendencia capital, más si cabe que el
proceso general de envejecimiento de la población. Y no se da exclusivamente en
Andalucía y sus provincias sino que es común en todas las sociedades
occidentales. Es de esperar, además, que no se interrumpa a corto plazo, al
menos hasta que las cohortes nacidas en la época del baby boom lleguen a la edad de los 65 años (lo que ocurrirá,
aproximadamente, a partir de 2020), momento en el cual podría asistirse a un
cierto rejuvenecimiento de la
población mayor. Hacia mediados de la década de 2030, por el contrario, estas
mismas cohortes motivarán el efecto contrario, con tal fuerza que el peso
relativo de las personas octogenarias o de más edad alcanzará, con bastante
probabilidad, niveles máximos históricos.
Además
del sexo y de la edad, las condiciones de vida de las personas responden, en lo
esencial, a su situación de pareja. Más allá de los 65 años, se encuentran
casadas en Andalucía un porcentaje de ellas que casi duplica al de viudas: el
59,48% frente al 31,83%; aparte, el 7,49% están solteras y el 1,21% separadas o
divorciadas (datos extraídos del Censo de Población de 2001, los últimos
publicados por el INE sobre el estado civil). Frente al desconocimiento social
o incluso el prejuicio que quizás exista al respecto, el envejecimiento en
pareja es muchísimo más frecuente que el que se desarrolla en ausencia de la
misma. La distribución que indicamos resulta similar a la registrada en España,
aunque difiere algo entre unas provincias andaluzas y otras ya que, en general,
en las orientales la vida matrimonial es más común que en las occidentales.
Pero
también conviene resaltar una tendencia bastante sólida que todas ellas
reflejan: viene creciendo la cifra relativa de personas mayores casadas a costa
de la de viudas, gracias a la reducción de la mortalidad en las edades
avanzadas. Ello está posibilitando el avance de la esperanza de vida y, por
ende, la postergación de la viudez. La muerte del cónyuge, inevitable llegado
el momento, se está logrando retrasar cada vez más. Reiteramos así pues el dato
dada su transcendencia: hoy en día por cada persona mayor viuda existen dos
casadas, cuando antaño los casos de viudedad fueron siempre más corrientes que
los matrimoniales. La vejez, tradicionalmente teñida de negro, establecía de
hecho su inicio coincidiendo con la pérdida del esposo o esposa, un trance que
con frecuencia sucedía a edad sexagenaria, si no antes. Nada que ver con el
presente puesto que parece extraordinaria si llega antes de la jubilación.
Es decir, no sólo hay que destacar
que en nuestra sociedad haya cada vez más efectivos de población en las edades
elevadas, sino que también debe considerarse que está cambiando a la par la
forma de envejecer, comenzando por la situación de pareja. Y eso porque, aunque
la tasa de soltería permanece con escasas variaciones, el retraso de la viudez
favorece que se prolongue por más tiempo que nunca el envejecimiento en pareja.
Claro que el estado civil de las personas varía y mucho dependiendo del sexo.
Si seguimos analizando el grupo de población de 65 o más años, nos topamos en
verdad con realidades muy dispares: mientras que la inmensa mayoría de los
hombres están casados, casi el 80%, en lo que hace a las mujeres todavía en
2001 abundaban más en Andalucía las viudas que las casadas. Además, la soltería
es más frecuente entre las mujeres que entre los varones, al contrario que las
separaciones y los divorcios.
Y
si atendemos a lo que ocurre conforme avanza la edad la conclusión no admite
dudas: en la etapa final de la vida, existe grosso
modo dos formas dispares de envejecer, la masculina en matrimonio y la
femenina en soledad conyugal. Sirvan los siguientes datos de muestra:
- En
el grupo de 85-89 años, entre los hombres andaluces todavía son más corrientes
las situaciones matrimoniales que las de viudedad; en las mujeres, en cambio,
el porcentaje de casadas ronda el 11% mientras que las de viudas el 80%.
- A
la edad de 75 años ya existen más andaluzas viudas que casadas, hecho que no se
constata entre los varones hasta los que han cumplido los 90 años (gráfico 7).
Mientras que la gran mayoría de los hombres agotan su vida en compañía de la
esposa, lo corriente es que las mujeres lo hagan en “soledad o vacío conyugal”.
-
Cuando cumplen 65 años la inmensa mayoría de los hombres siguen casados (más
del 85%), mientras que la cuarta parte de las mujeres han enviudado. En
contextos de reciente jubilación, reorientación de la vida y nuevas actividades
sociales, o incluso a nivel familiar al llegar los nietos, la pareja está
presente para un elevadísimo porcentaje de andaluces; una cifra notable de
andaluzas, sin embargo, deben afrontar tales circunstancias habiéndola perdido
ya.
1.2.
Reparto
por tipos de hogar, formas de convivencia y nivel educativo.
Conozcamos ahora los tipos de
hogares y formas de convivencia de las personas mayores en Andalucía. Lo más
frecuente, con diferencia, resulta que habiten en hogares de dos miembros: así
lo hacen el 42%% de ellas, mientras que las demás se distribuyen, en magnitudes
bastante similares, en hogares de tres miembros, de cuatro o más miembros, o
bien unipersonales (tabla 3).
-
Aunque hay hogares bipersonales donde se da una situación de convivencia
intergeneracional, ya sea con algún descendiente o bien ascendiente, los más
comunes son los constituidos por una pareja de personas mayores. Y, puesto que
se está retrasando el momento de la viudez, esta clase de hogares tiende a ser
cada vez más abundante, sobre todo entre las personas septuagenarias.
- A
la vez se detecta una expansión de los hogares unipersonales. Responde a que
cuando fallece la pareja cada vez más personas optan por seguir en casa, en
lugar de mudarse con familiares como solía ser costumbre en el pasado. En las
últimas décadas, la vida en solitario viene ganando terreno a la tradicional
convivencia entre generaciones. El resultado es que alrededor del 30% de las
personas de 80 o más años residen en un hogar solitario.
-
Los hogares más poblados, de tres o de cuatro o más miembros, engloban en lo
básico dos perfiles de convivencia muy distintos. Uno, de personas con o sin
pareja, pero con hijos sin emancipar (se da sobre todo en contextos de reciente
jubilación). Otro, de personas de edad avanzada que, debido a sus problemas de
salud, dejan de vivir solas yéndose al domicilio de familiares. Por eso estos
hogares pierde peso entre las personas sexagenarias y septuagenarias (a medida
que los descendientes van abandonando la vivienda) pero la recuperan entre las
de edad superior (conforme los familiares van acogiéndolas en casa para
cuidarlas).
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