CONCLUSIONES:
• El envejecimiento es un proceso positivo que redunda en beneficio de la sociedad generando oportunidades de crecimiento económico y social.
• Las políticas de envejecimiento activo han de contener, como factor de cohesión, modelos de
solidaridad intergeneracional.
• No se puede entender el envejecimiento activo sin la libertad de elegir y sin una visión global
e inclusiva. Global, porque nos afecta a todos a lo largo de todo nuestro ciclo vital, e inclusiva por
cuanto no excluye a nadie de las acciones de envejecimiento activo aunque las personas sufran
limitaciones asociadas a cierta discapacidad o dependencia.
• Es necesario realizar una autocrítica sobre las acciones desarrolladas hasta la fecha para
plantear y promover el envejecimiento activo. Por ejemplo, hay que avanzar en la potenciación
del asociacionismo de las personas mayores, en la necesaria inclusión de la perspectiva de género, en erradicar los, cada vez más numerosos, casos de violencia sobre personas mayores.
• Es preciso que las políticas de envejecimiento activo graviten sobre la consideración de las personas
mayores como ciudadanas de pleno derecho y no ligandolas, de modo simplista, a su edad.
• Hay que romper las “brechas de desigualdad” que todavía existen sobre las mujeres mayores y
desarrollar acciones específicas encaminadas a introducir el enfoque de género en las actuaciones
de envejecimiento activo.
• No hay que olvidar el medio rural, que es donde hay más difi cultades de acceso a los servicios
y donde se manifi esta con mayor fuerza el fenómeno de envejecimiento demográfico.
• Las personas mayores pueden educar a la sociedad y deben educarla. No existe una educación
específica en relación con el envejecimiento sino personas mayores o de otras edades deseosas de educarse.
• Son necesarias estrategias coordinadas e integradas en relación al envejecimiento demográfico.
Sin embargo, con frecuencia se llevan a cabo estrategias discordantes, reiterativas y divergentes.
Es necesario “acompasar el paso” y aunar ámbitos de acción. Por ejemplo, resulta contradictorio
defender, por un lado, la prolongación de la vida laboral cuando, por el otro, el mercado
de trabajo sigue discriminando a muchas personas de más edad.
• La adecuada construcción del concepto de envejecimiento activo requiere que éste sea global
y comprensivo: debe aludir a cuestiones demográfi cas, a las actividades y a las políticas
más adecuadas para envejecer mejor. Además, tiene que estar orientado tanto por las ofertas
como por las demandas de la población y, por último, debe ser capaz de conseguir que las
personas sean más competentes para dirigir sus propias vidas.
• Existen importantes déficits de participación social de las personas mayores que es preciso
paliar. Las organizaciones de mayores se sienten excluidas de los centros de toma de decisiones
que les afectan, quedando relegadas a una función consultiva. Después de años de reflexión, las personas mayores, más que promesas, necesitan y exigen hechos que faciliten de verdad su envejecimiento.
• La imaginación, creatividad e innovación son herramientas esenciales para impulsar las actuales
políticas de envejecimiento activo. Los profesionales y responsables políticos han de preocuparse de captar las necesidades de los más mayores. Para ello, hay que trabajar “desde” y “con” las personas mayores, no “sobre” o “para”.
• Eliminación de las “barreras de edad”, la indebida fragmentación por edades de muchas actuaciones
cuyo objetivo es mejorar las condiciones en las que envejecemos. El sector público puede ser un contexto ideal para poner en marcha acciones que eliminen dichas barreras. En este sentido, necesitamos estrategias integradas de envejecimiento activo.
FUENTE:
http://www.imserso.es/InterPresent1/groups/imserso/documents/binario/s294cuadernos.pdf
029-036SESENTA.
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