Publicado: 03/07/2013
Antonio Abellán, Departamento de Población, CSIC
La Estadística del Padrón Continuo del INE permite realizar estudios sobre los nombres de los residentes en España; la inclusión de la fecha de nacimiento ilustra algunos rasgos de nuestra reciente historia demográfica. Las diferentes generaciones han marcado unas tendencias que pueden rastrearse a través de los nombres que pusieron a sus hijos. La diversidad es el rasgo predominante. Para este artículo se utilizan los diez nombres más frecuentes de nacidos en cada década; se toma la libertad de asignar la condición de abuelos, padres y nietos a los nacidos en los años 30, 60 y 90 del siglo XX, respectivamente.
Años 30: la tradición. No había apenas inmigración, ni modas cambiantes, por lo que los padres daban a sus hijos los nombres determinados por la tradición de sagas familiares, que ocasionaba cierta uniformidad, salvo en zonas donde el santo del día tenía preferencia. La capacidad de decisión de las parejas era reducida. Predominaban los nombres de Antonio, José, Manuel, Carmen, María y Josefa (TABLA 1). Posiblemente sus padres y abuelos se llamaban igual. Esta tradición se ha plasmado en las edades medias actuales; así tenemos en los nombres más frecuentes, con individuos de diferentes generaciones, edades medias por encima de los 50 años; y junto a ellos, nombres como Ursicio con 74,4 años, Frumencio, 74,2, Prepedigna, 80,9, o Canuta, 80,1, ejemplo de nombres antiguos ya no seguidos y por tanto sin edades bajas con que suavizar su alta edad media (TABLA 2).
Años 60: el baby-boom de María. Un hecho destacable en la historia demográfica reciente es la coincidencia del baby-boom demográfico y el del nombre de María. Aquél se refiere a los nacidos entre 1958-1977, cuyos efectivos superaron los 650.000 nacimientos cada año; en esos veinte años nacieron casi dos millones de niños más que en los veinte años anteriores, y cuatro millones más que en los veinte años siguientes.
Poco antes del inicio de esta etapa fecunda, el Papa Pío XII había promulgado su encíclica “Ad Caeli Reginam”, dedicada a la Virgen María. Una hipótesis verosímil para explicar la proliferación del nombre María, es que su exhortación final pudo ser asumida por obispos y curas párrocos de forma que trasladaron su entusiasmo mariano a todas las niñas que se acercaron al bautismo, que en esa época eran todas. De los diez primeros nombres de niña ocho venían acompañados de María. El nombre de José también se extendió entre los varones, mientras retrocedían los arcángeles (Miguel y Rafael, 8º y 11º en la lista de los años 30). Aumentan notablemente los nombres compuestos en varones (13 entre los 50 primeros) y mujeres (24).
Años 90: la ruptura generacional. El cambio en la forma de nominar a los hijos es radical. Seis de cada diez nombres de abuelos (años 30) se mantuvieron en sus hijos varones (años 60); siete en el caso de mujeres. Pero en los 90, los nietos de aquellos, hijos de los nacidos en el baby-boom, ya no conservan la tradición. Sólo un nombre de niño (Antonio) y uno de niña (María), entre los diez primeros más frecuentes, replican el de sus abuelos o abuelas. Los motivos de esta ruptura pueden ser varios.
Triunfa la diversidad en el seno del hogar en un contexto de democratización, en que la pareja decide el número de hijos y otros temas importantes. Ha descendido dramáticamente la fecundidad. Los padres no quieren (o no pueden) seguir la tradición de nombres familiares. Es posible que ante la imposibilidad de replicar los principales nombres familiares (faltan niños), las parejas decidiesen poner nombres nuevos; de esa forma ningún descendiente quedaba asociado exclusivamente a una rama familiar.
Lo funcional, lo práctico y las modas nuevas (con papel relevante de la televisión) entran en el hogar. La diversidad puede reflejar un intento de evitar confusiones de nombres repetidos en el mismo hogar. Las parejas quieren nombres más breves, más sonoros, menos populares y menos marianos. Entre los diez más frecuentes, predominan los nombres bisílabos y sencillos, desaparecen los nombres dobles compuestos de María tan habituales durante el baby-boom (en los 50 primeros quedan sólo tres compuestos marianos en mujeres). Son más sonoros: la letra “a” predomina en niños y niñas; diecinueve “aes” entre niñas, doce entre niños, en los primeros diez nombres de la lista, casi duplicando la media de los abuelos. Los nombres nuevos son menos populares, pero esta moda acaba en una proliferación de esos nombres menos populares. Y finalmente son menos marianos: entre las niñas sólo hay una referencia a la Virgen y nueve a santas (u otras), cuando en la generación de sus madres la relación era la inversa: nueve referencias a la Virgen y una a santa (Isabel); los nombres marianos de primer grado (María, José, Jesús) también desaparecen en los niños. Los arcángeles siguen retrocediendo. Tampoco es descartable que esta caída de lo mariano se deba a una reacción contra el entusiasmo de los años 60.
La diversidad en los nombres continúa en el siglo XXI. De hecho, los diez primeros nombres masculinos representan el 18,1% de todos los nacidos (2010/2011), cuando en los años 30 alcanzaban el 39,3%; en nombres femeninos se ha caído al 18,8% desde el 29,3% (TABLA 1).
Hablando gráficamente. Datos estadísticos del blog de Envejecimiento [en-red])
Los nombres también envejecen [2-7-2013]
Tabla 1. Nombres más frecuentes en España por fecha de nacimiento.
Tabla 2. Nombres frecuentes y edad media.xls
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