Centro de Psicología y Terapias Alternativas de Tomares y Sevilla.

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sábado, 11 de mayo de 2013

LIBRO BLANCO DEL ENVEJECIMIENTO ACTIVO. RECOMENDACIONES


Recomendaciones:

1.- Difundir la lectura del envejecimiento demográfico no como una enfermedad social sino como un logro sin precedentes históricos, sostenido por la magnífica evolución de la esperanza de vida y por el control humano de la reproducción, evitando que se interprete exclusivamente el envejecimiento de la población en clave de problema. Es aconsejable que deje de asociarse sobre todo con sus dimensiones demográfica y económica, y se recalquen otros aspectos como las contribuciones que las personas mayores hacen a la familia y a la sociedad.

2.- Concebir el envejecimiento humano como un proceso extendido a lo largo del ciclo vital, para lo cual debería disociarse de los 65 años, tanto en el campo de la investigación como del discurso social:

􀁊 Al tratar aspectos relacionados con el envejecimiento, la investigación no

debería limitarse a considerar los 65 años como ‘momento de comienzo de…’, ni ocuparse tan sólo de este segmento de la población, ignorando a las personas de edad inferior. Impulsar los estudios longitudinales.

􀁊 Si por necesidad de tipo comparativo deben usarse indicadores sociales referidos a las personas de o más 65 años, advertir siempre que se trata de un criterio arbitrario y convencional para operar con las poblaciones puesto que a nivel humano el envejecimiento es un proceso presente a lo largo de todo el ciclo vital y no desde de una cierta edad.

􀁊 No presentar únicamente datos y resultados referidos en su conjunto al segmento de población de 65 o más años, sino desagregando siempre las informaciones por años cumplidos de las personas.

􀁊 Sería recomendable también la introducción del envejecimiento como aspecto transversal en todas las políticas públicas, independientemente del grupo de edad. Diseñar una planificación estratégica cuya meta sea avanzar hacia una sociedad para todas las edades.

3.- Generar un discurso social sobre los procesos de envejecimiento y sobre la consideración de las personas mayores que desplacen a los prejuicios y a las visiones estereotipadas de la realidad que suelen circular. Para ello es clave disponer de un conocimiento real de los actores sociales.

4.- Crear un Observatorio del Envejecimiento en Andalucía para, entre otros cometidos,…

􀁊 Obtener, analizar y difundir un conocimiento real y permanentemente actualizado sobre los aspectos estructurales y de cambio de la población andaluza, en comparación con los ámbitos nacional, europeo y mundial, que distinga asimismo a nivel interno singularidades por provincias y tipos de hábitats.

􀁊 Obtener asimismo conocimiento sobre las necesidades y las demandas de las personas a lo largo del ciclo vital, de cara a la consecución de un envejecimiento activo, así como sobre los recursos existentes para lograrlo tanto públicos como privados.

Características de las personas mayores en Andalucía.

Conclusiones:

·         Sea cual sea la unidad territorial que consideremos, entre las personas mayores existe una cantidad relativamente más elevada de mujeres que de hombres. Siempre ha sido así y continuará siendo.

·         El predominio cuantitativo de la mujer respecto al hombre se incrementa conforme avanza la edad.

·         A menudo se investiga sobre envejecimiento y se trabaja con personas mayores, por ejemplo en temas relacionados con la jubilación, teniendo como referencia al hombre y dejándose en un plano secundario la situación de la mujer.

·         En el segmento de la población de 65 o más años, las personas de edad más elevada están ganando un enorme peso demográfico en detrimento de las de menor edad.

·         No es igual fomentar el envejecimiento activo, en ninguna de sus áreas (seguridad, salud, participación o formación), entre las personas al borde de la jubilación que entre las octogenarias o de mayor edad.

·         El envejecimiento en pareja es comparativamente más frecuente en el mundo rural andaluz, e incluso en las llamadas ‘ciudades intermedias’ (hasta 50.000 habitantes), que en las áreas muy pobladas (entre ellas las capitales de provincia). La viudedad en cambio es más común en las áreas urbanas que en las rurales.

·         En todas las provincias andaluzas y todos los tipos de hábitats existe un porcentaje cada vez más elevado de personas mayores casadas y más escaso de viudas.

·         Se está retrasando el momento de la viudez. Nunca antes en Andalucía tantas personas habían envejecido en pareja y relativamente tan pocas en viudedad.

·         El envejecimiento en pareja se desarrolla mucho más comúnmente en el caso de los hombres que en el de las mujeres.

·         En la etapa final de la vida, incluyendo el momento de la dependencia y de la muerte, el hombre dispone de la compañía y el apoyo de la pareja; la mujer, en términos también generales, ha de afrontarla en un contexto de soledad o vacío conyugal.

·         El estado civil de las mujeres mayores resulta más heterogéneo en el medio urbano que en el rural. Las que habitan en las grandes ciudades envejecen relativamente menos en pareja.

Recomendaciones:

5.- Reconocer el hecho diferencial que significa el envejecimiento femenino, tanto en el plano personal como en el social, impulsando las investigaciones sobre envejecimiento que aporten información desagregada por sexo y aplicando la perspectiva de género en el diseño de todas las políticas públicas de envejecimiento activo, velando para la consecución de una igualdad real.

6.- Dadas las singularidades personales (peor salud, peor posición económica, escasez de estudios, viudedad, etc.) y generacionales (derivadas por ejemplo de la Guerra Civil) de éstas últimas, y en general su mayor fragilidad social, evitar que queden marginadas u ocupen un plano secundario en las políticas de envejecimiento activo.

7.- Atender y apoyar esta favorable evolución, orientando las políticas de envejecimiento activo no únicamente hacia la persona sino, allá donde exista, hacia la pareja, pues en las sociedades modernas la viudedad es contemplada por quienes la sufren cada vez menos como la ’antesala de la muerte’ y más como una etapa nueva de la vida que hay que dotar de sentido y de contenidos. Numerosas prácticas relacionadas con el envejecimiento activo podrían y habrían de contribuir a la hora de definir y potenciar esta nueva concepción de la viudedad.

8.- Considerar el estado civil como un factor básico a la hora de promocionar prácticas específicas de envejecimiento activo a hombres y mujeres, teniendo en cuenta asimismo el tipo de población en el que se encuentran habitando.

Conclusiones:

·         Las personas prefieren envejecer en casa, antes que en cualquier otro lugar, aun en situaciones de dependencia leve o moderada.  

·         Tiende a retrasarse el momento en que se abandona definitivamente el hogar propio, sea para mudarse con familiares o para institucionalizarse.

·         Para los hombres lo más común es permanecer en el hogar propio hasta el día en que se fallece. Para las mujeres, en cambio, resulta bastante frecuente agotar la existencia teniendo que mudarse a un domicilio ajeno o bien seguir en el propio pero a costa de vivir en solitario.

·         La sucesión de formas de convivencia, y con ello la necesidad de irse adaptando a diferentes estilos de vida, es un aspecto que define al envejecimiento femenino y no tanto al masculino.

·         En general, la vida en solitario de las personas mayores no es indicador de crisis de la institución familiar, sino de modernización social y quiebra con la tradición. Se coexiste más pero se convive menos.

·         Frente al resto de alternativas posibles, la vida en solitario tras la viudez constituye un marco bastante apropiado para el envejecimiento activo.

·         Es una forma de vida que se encuentran mucho más expandida en el sexo femenino que en el masculino, y que resulta por otro lado más común en el medio rural que en el urbano. 

·         Uno de los hándicaps fundamentales que presentan en la actualidad las personas mayores en Andalucía es su escaso nivel de estudios.

·         Probablemente nos encontremos ante uno de los principales obstáculos que limita hoy día la comunicación y las relaciones entre generaciones, sobre todo con una juventud bastante instruida en términos generales.

·         La falta de estudios, incluso en su dimensión más básica que constituye la lectura y la escritura, es un problema que afecta mucho más al sexo femenino que al masculino.

·         En las provincias interiores de Andalucía el déficit de nivel educativo es más acusado que en las situadas en el litoral, déficit que resulta por otro lado mayúsculo en el medio rural.

·         En lo que va transcurrido de XXI el nivel de instrucción académica de la población andaluza ha seguido mejorando. Ocurre así sobre todo con las personas mayores, hasta el punto de que hoy en día probablemente sean ya más numerosas las que disponen de estudios (sean del grado de que sean) que las que carecen de ellos.

·         El nivel educativo de la población andaluza continuará mejorando en las próximas décadas. A corto plazo serán mayoría las personas mayores con estudios y a medio plazo será muy notable el porcentaje de las que tengan estudios universitarios.

·         El desarrollo de este proceso irá disminuyendo las diferencias de nivel educativo entre hombres y mujeres, que han sido siempre enormes. Incluso es probable que, entre las personas mayores, el sexo femenino disponga de un nivel educativo medio superior al masculino. 

·         La formación supone uno de los rasgos sociológicos de las personas mayores que más rápida e intensamente van a cambiar, para mejor, en el futuro: más que su posición económica o su salud, y constituirá una importante baza en la expansión del envejecimiento activo.

Recomendaciones:

9.- El grado de asunción del envejecimiento activo depende no únicamente de la actitud más o menos favorable que tengan las personas, sino además de sus circunstancias contextuales. Entre ellas, el tipo de hogar en el que habitan ha de ser muy tenido en cuenta en el diseño de políticas de envejecimiento activo, en aspectos como la seguridad, la participación o la salud. Por ejemplo…:

􀁊 La posición económica viene determinada no tanto por los ingresos de los individuos sino, más bien, por los del conjunto de los miembros del hogar donde habite. E igual pasa con el gasto.

􀁊 De cara a la participación social, habrá que considerar que numerosas personas mayores apenas disponen de tiempo libre puesto que conviven con personas a las que han de prestar cuidados de modo permanente.

􀁊 Y en la expansión de hábitos de vida saludables, también influye mucho la situación de pareja, por ejemplo en la alimentación y en general en los aspectos preventivos.

10.- Las políticas de envejecimiento activo han de favorecer la voluntad de las personas de envejecer en casa, sean acompañadas (como sucede con la gran mayoría de los varones) o bien solas (como hacen buena parte de las mujeres mayores), evitando que la sucesión de formas de convivencia que han de adoptar las personas en el último tramo de la vida, especialmente las mujeres (vida en pareja, solas en el hogar propio, mudanza con familiares o institucionalización), reduzca sus oportunidades de envejecimiento activo. Aquellas personas mayores que viven en el domicilio de familiares, pese a ser una minoría, no han de quedar relegadas a un plano secundario en las políticas de envejecimiento activo. Debe prestarse una atención especial a las que se han desplazado del medio rural al urbano para convivir con la familia, que son principalmente mujeres muy longevas con problemas de salud, con elevado riesgo de aislamiento social.

11.- Cualquier persona que sufra problemas de salud de cierta importancia, o incluso dependencia, no ha de ser excluida de las prácticas de envejecimiento activo. Desarrollar acciones encaminadas a potenciar tal estilo de vida, como la atención a domicilio o el empleo de las nuevas tecnologías. Tener en cuenta que cada vez resulta más frecuente envejecer en casa con discapacidades, incluso en solitario.

12.- Establecer mecanismos de intermediación entre la demanda de cuidados que hacen las personas en situación de dependencia y la oferta de mano de obra profesional que la provea. Por ejemplo, que las administraciones fomenten la creación de programas de integración laboral y social de las personas inmigrantes empleadas en este sector, que representen a su vez para las personas dependientes una garantía de seguridad a la hora de contratar sus servicios.

13.- Las residencias de personas mayores deben transformarse en centros polivalentes que ofrezcan servicios diversos y adaptados a las nuevas necesidades  tanto del residente como de su familia. Han de convertirse en centros abiertos e integrados en la comunidad, que comparten actividades y servicios con distintos colectivos y grupos de edad. Debería tenderse a la creación de centros intergeneracionales, constituidos como recurso comunitario y que permitieran la normalización de la vida residencial y el intercambio entre generaciones.

14.- Dado que lo más corriente es que se trate de un estilo de vida elegido frente a otros, eliminar las connotaciones sociales negativas (arrastradas de otro tiempo) que suelen pesar sobre la soledad residencial de las personas mayores. La vida en solitario ofrece a las personas que envejecen el ejercicio de derechos fundamentales como la libertad, la autonomía y la independencia en una magnitud superior a otras formas de convivencia alternativa (la mudanza a casa de familiares o la institucionalización). Son derechos cuyo disfrute antes importaban menos, cuando lo que verdaderamente primaba era la necesidad de asegurar la subsistencia, y que han de ser potenciados en las políticas de envejecimiento activo. Vivir en solitario a una edad avanzada plantea una serie de incertidumbres y comporta riesgos, relacionados tanto con la seguridad (quién se encargará de cuidarles si lo necesitan) como con la participación (por ejemplo, el aislamiento social) y con la salud (el sufrir una caída) que habrían que reducirse mediante el fomento de las prácticas de envejecimiento activo.

15.- Las personas sin estudios merecen una atención especial y diferenciada en las políticas de envejecimiento activo. En general, y a modo de síntesis de todo cuanto llevamos recomendado, adaptar las propuestas de envejecimiento activo a cada tipo o perfil de personas, dependiendo de su sexo, edad, estado civil, forma de convivencia, hábitat, salud, posición económica y nivel de estudios. En esa labor, prestar una atención especial a los perfiles de población en una situación potencial de mayor fragilidad social, y en concreto a las mujeres muy longevas sin pareja que habitan en el medio rural, dado que padecen un riesgo superior de pobreza, de aislamiento familiar y social, aparte de acusar en general un profundo déficit de instrucción académica.

16.- Por supuesto, potenciar la educación de adultos, que en Andalucía tiene un papel primordial porque facilita la alfabetización de un importante número de personas que alcanzaron su edad adulta no sabiendo leer ni escribir, sobre todo mujeres del medio rural. Y en este ámbito incrementar la presencia universitaria, que junto a los centros de educación de adultos pueden ser fundamentales en la dinamización e implantación de las políticas de envejecimiento activo y las prácticas intergeneracionales.

17.- Las distintas administraciones deben motivar la implantación de programas

intergeneracionales con el objeto de:

􀁜 Favorecer a las personas mayores participantes oportunidades de formación,

participación, salud y seguridad, ejes claves en la promoción de envejecimiento

activo.

􀁜 Frente a la cultura del sujeto, de las edades y de las discriminaciones, potenciar una cultura, una economía, una salud, una educación y en suma una política basada en el ‘entre’, es decir, en las relaciones, que sustituya a la cultura del ‘yo’.

􀁜 Fortalecer la solidaridad y el dialogo entre generaciones, teniendo en cuenta especialmente las necesidades de las personas mayores y de las jóvenes, como base sobre la que construir el camino hacia una sociedad para todas las edades.

􀁜 Posibilitar, por último, la implantación los programas intergeneracionales como vehículos de intercambio entre dos espacios de solidaridad, la familiar y la social.

18.- Junto al esfuerzo y a la iniciativa individual, se deberían promocionar las políticas de envejecimiento activo en Andalucía, tanto desde la esfera pública como desde la privada, para lo cual resulta muy aconsejable…:

􀁜 Informar sobre qué es el envejecimiento activo a los andaluces y las andaluzas, a través de los organismos públicos (educación, sanidad, etc.) y los

medios de comunicación.

􀁜 Reconocer el envejecimiento como proceso que se produce a lo largo de toda la vida.

􀁜 Determinar el ámbito local como marco territorial más adecuado para la puesta en marcha de programas de envejecimiento activo.

􀁜 Evitar que los entornos rurales queden al margen de los recursos y las actuaciones relacionados con el envejecimiento activo.

19.- Creación de la figura del ‘agente de envejecimiento activo’, encargada de acercar los recursos sociales que lo fomenten entre los ciudadanos y ciudadanas de Andalucía.

LIBRO BLANCO DEL ENVEJECIMIENTO ACTIVO. 3


TABLA 3. DISTRIBUCIÓN DE LAS PERSONAS MAYORES SEGÚN EL TAMAÑO DEL HOGAR EN EL QUE HABITAN, POR GRUPOS DE EDAD. ANDALUCÍA, 2001.

 
Una persona
Dos personas
Tres personas
Cuatro o más
(N)
(%)
(N)
(%)
(N)
(%)
(N)
(%)
65-69 años
41.791
12,25
139.821
40,98
83.780
24,55
75.822
22,22
70-74 años
51.585
17,66
133.882
45,85
56.772
19,44
49.788
17,05
75-79 años
51.521
24,17
95.836
44,96
32.250
15,13
33.559
15,74
80-84 años
36458
29,93
47.292
38,82
15.632
12,83
22.440
18,42
85-89 años
19.309
32,27
18.945
31,67
7.792
13,02
13.781
23,03
90 y más
7.614
29,37
6.742
26,01
4.537
17,50
7.032
27,12
TOTAL
208.278
19,76
442.518
41,99
200.763
19,05
202.422
19,21

Fuente: Elaboración propia, con datos del Censo de Población de 2001 (INE).

            Los hogares de una única persona son especialmente frecuentes en las áreas rurales. Habitan en uno de ellos el 24% de las personas mayores que residen en pueblos y aldeas de hasta 2.000 habitantes, así como el 21% de las que lo hacen en municipios de 2.001 a 5.000. Estos hogares también son más comunes en las grandes ciudades que en las de tamaño medio. Y otro hecho de gran interés es la relativa escasez de hogares de cuatro o más miembros en el medio rural, más extraños cuanto menor es el tamaño poblacional: la cifra de personas mayores en uno de ellos es de alrededor del 12% en localidades de hasta 2.000 habitantes, del 15% en localidades de 2.001 a 5.000 habitantes y del 18% en las de 5.001 a 10.000 habitantes. En el resto de poblaciones, sean de tamaño medio o grande, hablamos de una proporción que supera el 20%.

            Contra la creencia social que quizás circule, la convivencia entre varias generaciones en la sociedad actual resulta más corriente en las zonas urbanas que en las rurales. En estas últimas, en cambio, es mucho más común la vida en solitario de las personas mayores, circunstancia compatible con que el envejecimiento en pareja sea también más frecuente en los pueblos que en las ciudades. En el medio rural, sí, hay comparativamente más personas mayores casadas que en el urbano; una vez que enviudan, ahora bien, tienden más que las de otras clases de hábitats a vivir solas, en parte porque es probable que no tengan hijos en su localidad y quieran evitar el desarraigo social que entraña la mudanza. Es más, los hogares de cuatro o más miembros son más numerosos en las grandes ciudades quizás porque muchos acaban albergando a personas mayores viudas procedentes del medio rural que, debido a sus problemas de salud, se han trasladado a la vivienda de familiares para ser cuidadas allí.

            En cualquier caso, hemos de incorporar la variable género en el estudio de la forma convivencia. Llama la atención por ejemplo que con 65 o más años existan muchas más mujeres que hombres en hogares unipersonales (más del 26% frente a menos del 11% respectivamente). Y, de otro lado, también resulta bastante más frecuente hallar a mujeres que a varones residiendo en casa de familiares (el 16,3% frente al 6,5%), así como en viviendas colectivas (2,3% frente a 1,3%). Por el contrario, habitando en su propio hogar en compañía del cónyuge y/o de algún hijo o hija encontramos al 81% de los hombres frente al 55% de las mujeres (gráfico 8).

            De las diferentes formas de vida, una se encuentra en expansión entre las personas mayores de Andalucía: la que transcurre en solitario. En el Censo de 2001 casi el 20% de ellas residen solas, cifra que va al alza por cuanto que en el Censo de 1991 significaba en torno al 16% y en el de 1981 no alcanzaba el 14%. Los resultados de la Encuesta de Condiciones de Vida de 2006, además, la elevan hasta el 21%. Aunque la viudez ocurra a una edad más tardía, cuando sobreviene prima el deseo de quienes la sufren de permanecer en casa aun debiendo ser ya sin compañía, antes que mudarse a otro domicilio para convivir con familiares. Se está quebrando con la tradición dado que en el pasado los hogares extensos eran más frecuentes que los unipersonales.

Ello informa, aparte de la mejora en el estado de salud de las personas mayores, sobre lo firme que resulta su reclamo de autonomía: desean vivir con libertad e independencia respecto a la familia, y no refugiándose en ella tras enviudar como solía ser necesidad y costumbre en otro tiempo. Envejecer en solitario entraña una serie de riesgos y de incertidumbres (como el aislamiento social, el sentimiento de soledad o la pobreza), pero a la vez ofrece un marco lleno de posibilidades para el mantenimiento de un estilo de vida activo: más posibilidades, en efecto, que posibles alternativas como la institucionalización, el traslado a casa de algún hijo o hija, o la rotación por varios domicilios. Bien haremos no obstante en recalcar la importancia del género pues, como hemos indicado, la vida solitaria se halla mucho más extendida entre las mujeres que entre los varones. Es una circunstancia que se repite en todas las provincias y los hábitats, así como a través de los censos y a cualquier edad que se estime. En 2001, por ejemplo…:  

- En la categoría de 65-69 años, residían en solitario una proporción de mujeres que casi duplica a la de hombres (el 15,8% frente al 8,2%).

- En la de 70-74 años, ampliándose aún más las diferencias, lo hacían un porcentaje de mujeres superior al 24% y de hombres inferior al 10%.

- Y por encima de los 75 años vivían en solitario el 35% de las andaluzas frente a menos del 15% de los andaluces.

            Interesa por último saber del nivel de estudios de las personas mayores, que se presta a una doble lectura. Por el lado negativo, un porcentaje elevado de ellas carece de instrucción académica. Por el positivo, se trata de un déficit que tiende a remediarse con celeridad. Vayamos por partes. Según el Censo de Población de 2001, en Andalucía cerca del 62% de las personas mayores carecía de estudios, entre las cuales el 15,86% no sabía leer ni escribir. El 38% restante sí disponía de estudios: un 23% de primer grado, un 12% de segundo grado y el 3,43% de tercer grado (gráfico 10). En comparación con los datos de la población española la situación es desfavorable: en el país la proporción de personas mayores sin estudios rondaba el 44%, entre las cuales poco más del 8% eran analfabetas; en cambio, las que tenían estudios primarios suponían el 36%, las que poseían secundarios el 16% y las que gozaban de superiores el 4% (gráfico 11).


Por provincias, el déficit educativo es particularmente acusado en Jaén y en Córdoba y relativamente menos sentido en Huelva y en Málaga. Pero, más todavía que por provincias, en Andalucía el nivel educativo de las personas mayores varía de una forma muy significativa según el tipo de hábitat en el que se encuentran:

- En los municipios de menos de 10.000 habitantes, alrededor del 75% de ellas no tenía estudios. En los de mayor tamaño, este porcentaje se va reduciendo conforme aumenta su población: en torno al 70% en los de 10.001 a 20.000 habitantes, al 64% en los de 20.001 a 50.000, al 58% en los de 50.001 a 100.000, el 49% en los de 100.001 a 500.000 y al 43% en los que superan el medio millón de habitantes. 

- Entre las personas sin estudios, mención especial hay que hacer de aquellas que no saben leer ni escribir. La tasa de analfabetismo es el doble de elevada en el medio rural (en 2001 rondaba el 20% en las localidades de hasta 20.000 personas), que en el urbano (alrededor del 10% en las que sobrepasaban los 100.000 habitantes).

- La proporción de personas con estudios de primer o de segundo grado, relativamente escasa en los municipios de hasta 10.000 habitantes (el 23%, aproximadamente) tendía a incrementarse a medida que asciende el tamaño de las poblaciones hasta alcanzar el 50% en las ciudades con más de 500.000 habitantes.

- Tanto en las ciudades de 100.001 a 500.000 habitantes como en las que rebasan el medio millón de habitantes, más del 6% de las personas mayores poseían estudios de tercer grado. Este porcentaje no llegaba al 3% en las ciudades medianamente pobladas, resultando aún inferior en el medio rural.

En todos los lugares la falta de instrucción académica es un problema que afecta sobre todo al género femenino. En el conjunto de Andalucía, la tasa de analfabetismo de la mujer duplica a la del hombre; en cambio, disfrutan de estudios de tercer grado el 5,25% de los varones frente al 2% de las mujeres, así como de segundo grado cerca del 15% de los primeros frente a menos del 10% de las segundas. Las mujeres mayores han visto restringido su acceso a la educación en todos los grados, un hecho provocado no sólo por la situación política que ha vivido España y Andalucía sino, también, por la discriminación que han sufrido en el seno de la sociedad y en el de la familia: mientras que para el hombre se creía necesaria la instrucción académica, en la mujer no así por las funciones que solía asignárseles (tareas del hogar, crianza de los hijos, cuidado de los enfermos, etc.). Pese a la situación discriminada que sufrieron en su niñez y su juventud, estas mujeres suelen mostrar hoy una gran inquietud respecto al acceso a los recursos educativos, que habría de ser potenciada.

            Pero el nivel educativo de las personas mayores en Andalucía, hombres o mujeres, no deja de mejorar. En las últimas décadas del siglo XX la relación de quienes carecen de estudios ha descendido considerablemente. En 1991, por ejemplo, el 27,11% de las mujeres mayores no sabían leer ni escribir y otro 52,25%, aun sabiéndolo hacer, no contaba con estudios. En 2001, dicho está, tales porcentajes habían disminuido ya hasta el 15,86% y el 45,75% de manera respectiva. Y ha crecido, en contrapartida, la cifra de quienes poseen estudios tanto de primer como de segundo o tercer grado. No arriesgamos al sostener que la escasez de estudios es un problema que seguirá remediándose a pasos agigantados. En dos décadas, lo que de momento continúa siendo corriente empezará a resultar extraño: encontrar a personas mayores sin estudios, del sexo que sea. La situación educativa dará un vuelco enorme dado que serán excepcionales los casos de quienes no sepan leer ni escribir y cada vez más frecuentes los de quienes posean estudios secundarios o universitarios.

Hacia el 2035, así es, cabe esperar que en Andalucía la mitad de las personas mayores aproximadamente dispongan de estudios de segundo grado y que otro 15% los tengan de tercer grado. En este mismo escenario de futuro, sin disponer de ningún tipo de instrucción académica hallaremos a cerca del 20% de las personas mayores, resultando prácticamente irrelevante la cifra de quienes no saben leer ni escribir. Se tenderá por otra parte a una igualación de los niveles educativos del hombre y de la mujer, corrigiéndose la discriminación que ésta ha sufrido tradicionalmente en el sistema educativo. Es más, aquellas andaluzas que cumplan los 65 años en el 2035, incluso, gozarán en términos generales de una mayor instrucción académica que los andaluces de su misma edad: entre ellas habrá una proporción superior de personas con estudios de tercer grado e inferior de sin estudios (gráfico 12), que entre ellos (gráfico 13).

La mejora que se está produciendo del nivel educativo de las personas mayores motivará su creciente interés por las prácticas intergeneracionales. Ha de tenerse en cuenta que en la sociedad actual no existen demasiados ámbitos de encuentro entre personas de diferentes edades, donde se relacionen con carácter cotidiano y se intercambien informaciones y conocimiento. Pues bien, los programas intergeneracionales ofrecen un excelente marco para que las personas jóvenes y mayores se traten, propiciando una interculturalidad y el aprendizaje conjunto. La intergeneracionalidad cohesiona la sociedad, reduce barreras sociales y contribuye a que desaparezcan los mitos y los estereotipos que suelen pesar sobre las personas mayores.

El envejecimiento de la población en Andalucía.

Conclusiones:

·         La población andaluza registra hoy los niveles de envejecimiento más importantes de su historia. Razones: lleva tres décadas con unos de los índices de fecundidad muy bajos, y la esperanza de vida no deja de aumentar.

·         El envejecimiento demográfico es un rasgo definitorio no únicamente  de la población andaluza sino también de la española, la europea e incluso la mundial. 

·         No se trata de un fenómeno cíclico o pasajero, sino estructural de las sociedades desarrolladas.

·         Vivimos en sociedades en las que nunca antes habían coexistido tantas personas mayores con tan pocos niños y adolescentes.

·         El envejecimiento demográfico seguirá dándose en la primera mitad del siglo XX, e incluso se acentuará, sobre todo, desde 2025.
El grado de envejecimiento demográfico resulta muy dispar entre unas provincias y otras. Y también entre unos tipos de hábitat y otros, dado su elevado valor en el medio rural